¿Cuándo acudir al psicólogo?

Es aconsejable acudir al psicólogo cuando nos encontremos ante una situación de malestar y sintamos que algo no está funcionando como querríamos, cuando notemos que no sabemos o no tenemos los recursos necesarios para cambiar lo que no marcha bien y no solo en esos momentos críticos, sino que también podemos recurrir a la asesoría de un especialista en salud mental cuando necesitemos prevención y/o mantenimiento de nuestro bienestar.
acudir al psiclogo

El psicólogo analizará nuestra situación actual e historia previa, elaborará un diagnóstico que marcará la línea de tratamiento a seguir y mediante su análisis, su asesoría, su apoyo y su orientación aprenderemos estrategias y habilidades metodológicas que nos permitirán solucionar o prevenir posibles problemas consiguiendo con ello la estabilidad y el equilibrio.
 
A pesar de que la idea de comenzar el proceso terapéutico puede generarnos dudas e incluso miedos tenemos que tener claro que demorarnos en recurrir a un especialista (pensando que el tiempo solucionará las cosas o que nosotros mismos somos capaces de "todo" y de salir de cualquier situación desagradable o que contando nuestros problemas a familiares y amigos todo acabará pasándose o solucionándose.), puede agravar un problema que tratado a tiempo podría haberse resuelto fácilmente. Así pues debemos acudir al psicólogo cuando…
 
Sintamos que la tristeza, la apatía, la desilusión o desmotivación nos invaden cada día más.
Nos sentimos incapaces de ver lo positivo de nuestra vida y nuestros pensamientos descontrolados solo reflejan lo negativo.
Sentimos soledad, incomprensión, desatención.
Pensamos que la vida nos trata de forma injusta y se ha cebado con nosotros, pensamos que todo sale y saldrá mal y que las cosas no van a cambiar.
Sentimos miedo, inseguridad, amenaza, desconcierto y ello nos impide disfrutar de nosotros, de los demás, de las relaciones, de nuestras habilidades, de la vida.
La obsesión por padecer graves enfermedades o contagiarnos de ellas nos lleva a conductas extrañas y repetitivas, de las que no podemos prescindir sin que su ausencia nos genere ansiedad.
Nos sentimos nerviosos y descontrolados y la única forma en la que podemos aliviarlos es mediante agresividad, culpa o tristeza. Estamos susceptibles y agotados.
Nos damos cuenta de que fumar, beber o consumir cualquier otra droga, apostar, refugiarnos en internet..., se ha convertido en una adicción de la que no sabemos salir y que genera daños importantes en nuestra vida o en la de nuestros seres queridos.
El estrés empieza a mostrarse a través de sus síntomas: Insomnio, problemas digestivos, cardiovasculares, sexuales......
La ansiedad es una constante diaria, que impide la estabilidad y firmeza necesarias para mantener un pensamiento positivo, una conducta despejada y el disfrute de los pequeños placeres cotidianos.
Los silencios, los desplantes, el aislamiento o los gritos sustituyen al diálogo, y los problemas de comunicación nublan nuestra relación con los demás.
Las dificultades sexuales afloran y vivimos la angustia que causan la impotencia, la falta de deseo, el distanciamiento de nuestra pareja, la imposibilidad de disfrutar o de comunicarme con la persona que quiero.
 

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