En la entrada de hoy queremos centrarnos en las expectativas que todo ser humano genera por y para diversas causas y las consecuencias que ello puede tener.
Es importante tratar este tema puesto que las expectativas tienen su funcionalidad positiva como mecanismo para economizar nuestros recursos, incluso podemos decir que el ser humano lo lleva en sus genes, esa capacidad de «esperar» consecuencias, resultados y comportamientos nos facilita que tomemos decisiones y actuemos de una u otra forma y, que en ocasiones, dada la asociación repetida de causa-consecuencia sepamos y preveamos lo que va a pasar después de nuestro propio comportamiento o del de los demás.
Sin embargo, es conveniente tomar conciencia de que generar expectativas, aunque vaya en nuestra naturaleza, también tiene su funcionalidad negativa y es ahí donde debemos identificarlo y trabajarlo para gestionarlo de la mejor forma intentando que nuestras expectativas no jueguen en nuestra propia contra.
Cómo se generan las expectativas
Las expectativas se generan de dos formas distintas: De forma consciente e inconsciente. Por ejemplo, en un negocio preveemos las ventas en base a resultados anteriores y a los últimos datos relacionados y eso lo estaríamos haciendo de forma consciente (lo hacemos para algo, realizamos un análisis exhaustivo, recabamos la información necesaria para nuestro pronóstico…). Sin embargo, otro ejemplo en el que una mujer llega a casa cansada de todo el día de trabajo y espera que su pareja se dé cuenta de ello y le reciba con cariño y tranquilidad pero al llegar su marido le empieza a hablar de un problema económico sin darse cuenta del estado de ánimo de ella. Ella espera un comportamiento distinto de su marido pero no se lo dice claramente y precisamente su expectativa inconsciente previa le incita a mayor enfado dada la decepción de no ver en el otro el comportamiento esperado y deseado. Es necesario pues distinguir el por qué y para qué de nuestras expectativas, si tienen utilidad, funcionalidad, si nos hacen sentir bien o mal y si las hemos generado consciente o inconscientemente, además de si están basadas en nosotros mismos (dependen directamente de nuestro comportamiento) o si se basan en el comportamiento de los demás (no dependen directamente de nuestra persona).
Las expectativas son esperanzas y nacen de la conjunción de muchos factores: Nuestras propias creencias, experiencias previas, aprendizaje, educación, estado de ánimo, escala de valores, necesidades…etc. Al no darnos cuenta de cómo actúan todos esos factores generamos muchas veces expectativas que al no cumplirse, nos decepcionan, frustran, enfadan, angustian…ect. Cuando esperamos algo de nosotros mismos sin haber realizado un análisis racional previo puede ser que nuestras expectativas sean exigencias demasiado perfeccionistas, elevadas, injustas y si no llegamos a ellas, nos invade la sensación de fracaso. En otras ocasiones, elaboramos expectativas sobre cómo creemos que los demás deberían comportarse, basándonos en cómo nos comportaríamos nosotros mismos en su lugar, no teniendo en cuenta que no somos la misma persona ni tenemos la misma visión, estado de necesidad, de posibilidad, de experiencia, de educación…etc y entonces sentimos enfado/decepción contra la otra persona.
Nuestra propuesta es que cuando nuestras esperanzas generen malestar hagamos una reflexión racional restrospectiva (es decir, analizar hacía atrás lo ocurrido) y nos hagamos una serie de preguntas a las que ir dando respuesta: Esta expectativa ¿ha sido consciente o inconsciente?, ¿cuál es la utilidad de la misma?, ¿por qué me hace sentir mal?, ¿depende directamente de mí? o ¿se trata de otra persona y no estoy teniendo en cuenta su personalidad/forma distinta de comportarse o sentir la situación…?, ¿he expresado claramente lo que espero y mis argumentos para ello?…etc. Muchas veces nos daremos cuenta de que lo que nos hace sufrir no es el comportamiento de los demás o no satisfacer los logros previamente establecidos sino el haber generado expectativas irracionales o automáticas basadas en deseos no madurados ni racionalizados y que es en eso en lo que deberíamos establecer el cambio y no en los demás o en exigirnos demasiado.
Cómo trabajar las expectativas
Os dejo dos reflexiones que suelo indicarles a mis pacientes y les propongo trabajar sobre ello y recordarse a menudo:
«A los que se sienten bien dando amor, atención y generosidad a los demás va en su naturaleza y condición humana comportarse así pero cuando uno analiza y se da cuenta que se da un tremendo desajuste y desequilibrio entre lo que da y lo que recibe la sensación de injusticia, tristeza o soledad nos invade y es cuando debemos restablecer nuestras expectativas (lo que esperamos de los demás) y nuestra conducta (forma de comportarnos con los demás) porque lo que está claro es que no debemos esperar que los demás cambien sino que el cambio debe ser interno. Este proceso puede ser largo y doloroso pero es el camino para avanzar.»
«Como me entusiasma la gente con criterio, que se escucha, que se pregunta, que no se estanca, que aprende de los demás, que aprende a expresar sus emociones y respeta las de los demás. Aquella que le da valor y prioridad a sus relaciones, a las conversaciones, a los pequeños gestos. A los que se implican, se posicionan y no miran hacia otro lado ante las injusticias. Aquellos que practican la humildad y toman conciencia de contribuir con su mundo con unas u otras causas. Los que se apasionan de verdad a pesar de que ello les lleve a sufrir en ocasiones. A los que entrenan su sensibilidad y la empatía, a los que buscan rodearse y nutrirse de personas que les aportan aunque sean diferentes. Aquellos que se recuerdan la importancia de la tolerancia y de esforzarse en dar la mejor versión de sí mismos, superando sus demonios y temores. A los que gozan de la vida sin prejuicios y no se alimentan del mal ajeno ni de las críticas no constructivas.»